jueves, 18 de agosto de 2011

El servilismo de la casta trabajadora reflejado en sus “derechos”

Se habla mucho del recorte de los derechos adquiridos de los trabajadores. Del retraso de la edad de jubilación en diversos países, como en España donde de los 65 años pasa a los 67, y la consiguiente rebaja de las pensiones. Pues bien, el mero hecho de que la clase trabajadora dependa de un élite gubernamental y empresarial para conseguir sus derechos es el ejemplo definitivo de que esta casta es una simple casta servil.

Repasemos un poco la historia. Resulta que una gran cantidad de siervos que trabajaban las tierras de sus señores feudales dejaron de hacerlo durante la revolución industrial para pasar a vivir en ciudades y trabajar en fábricas, que oh sorpresa, pertenecían en gran parte a sus antiguos señores feudales reconvertidos en una nueva casta social llamada burguesía. Sí, claro, otra parte de esa burguesía eran comerciantes y artesanos que habían prosperado y que adoptaron el mismo sistema feudal anterior para controlar las fábricas:  pero en donde habían siervos, ahora habían trabajadores y en donde habían señores, ahora habían capitalistas. El resultado, el mismo: una minoría controlando a una mayoría.

Puesto que el sistema había cambiado de apariencia y nomenclatura, la sublevación de la plebe fue controlada mediante la aparición de las manifestaciones, y el aparato represivo fue llamado fuerzas del orden. Así pues, la nueva casta trabajadora, cuando sentía que se había sobrepasado el límite de su opresión, se embarcaba en huelgas y manifestaciones para reclamar sus “derechos“. Entonces, la casta capitalista les iba repartiendo migajas dosificadas para que la casta trabajadora se creyera satisfecha de que sus peticiones eran atendidas y con la sensación de que habían progresos en su lucha obrera. En todo momento las clases dirigentes obtenían más de lo que repartían.

Así llegamos al presente, en el que continúa el mismo juego: la gran mayoría de la población depende de los caprichos de una minoría. La casta trabajadora está convencida de que ha conseguido unos derechos sagrados y se moviliza cuando los ve amenazados. Sin embargo, esos derechos son conscuencia de su propio servilismo y dependen exclusivamente de los intereses de la minoría económica gobernante. ¿Un ejemplo? Puesto que la clase política en España no tiene que pedir permiso a nadie para justificar sus derechos, con tan sólo 7 años actuando como parlamentarios pueden jubilarse con la pensión máxima establecida, y en cambio, un trabajador tiene que cotizar 37 años para recibir el 100% de pensión calculada según sus sueldos. Se nota la diferencia, ¿verdad?

Cuenta una historia que a un senador romano se le ocurrió proponer que se marcaran a todos los esclavos para poder saber cuántos había. Sin embargo, esa propuesta no prosperó porque el resto de los senadores vieron que si los esclavos se daban cuenta de que eran más, se sublevarían y ellos perderían sus privilegios. Mientras la clase trabajadora se preoucupe sólo por quejarse de que sus derechos están siendo recortados y no se de cuenta de que el problema reside en una cuestión de sistema, nunca serán ciudadanos libres: siempre recibirán las migajas.

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